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NIÑOS: ¿CÓMO PASARLO BIEN?


El juego es una actividad humana universal, varía según la cultura, el sexo y la edad, (Berger, 2007). Es una fuente de placer y aprendizaje para la interacción social. Manifestamos el hecho de jugar de distintas maneras, por ejemplo; el niño (1) juega solo, ensimismado y absorbido por el objeto del juego. Otra forma sería observando, siendo espectador de cómo juegan otros niños. En este sentido, debemos tener en cuenta, que los seres humanos aprendemos muchas cosas observando e imitando (2), (aprendizaje vicario o social, de Bandura, 1977). El juego también se puede producir en paralelo. Dos niños jugando, uno al lado del otro, pero en dinámicas de juego diferentes. El juego asociativo, es un juego con un gran potencial frente a la capacidad de aprendizaje social del niño, ya que supone estar jugando en paralelo, pero necesitando a un compañero de juego. Por último (es el que muchas veces pensamos que es el más saludable), el juego cooperativo. Es sin duda la forma de juego de más integración en el grupo. 

No debemos pensar, a priori, que cualquiera de las formas de juego expuestas es la más apropiada para el correcto desarrollo de nuestros pequeños. No olvidemos, que lo importante es que jueguen, y mucho. Si están jugando, están aprendiendo. Esto les ayudará a manejar las situaciones que le plantea el mundo de una forma más inteligente. 

Como podéis concluir, el juego es, en sí mismo, un aprendizaje vital. Facilitar que el niño se desarrolle, en él, es importante. Pero es aconsejable permitir que el proceso fluya sin interferencias. Me explico; en primer lugar, no debemos tener miedo a que el niño se aburra. El tedio es una fuente de creatividad formidable, estar aburrido es la antesala de encontrar aquello que te hace soportar la ausencia de emociones distractoras del exterior. Dejar que la atención del pequeño se centre en sí mismo, que encuentre dentro de él aquello que le gusta para jugar (nuestro papel debe ser de guía, facilitador y cariñoso observador). Segundo, crear un ambiente adecuado para que el niño pueda estar concentrado en su juego, evitemos objetos con una gran atracción atencional para ellos (la televisión, móviles, etc.). Esto no significa que los niños no vean la tele o jueguen con los videojuegos. Quiere decir, que si están jugando con algo, ayudemos a que su atención esté centrada en el objeto de juego en cada momento. Tercero, hemos dicho que seremos guías y que el niño aprende imitando. Pues ¡a jugar!, que tal si le enseñamos a realizar juegos en paralelo con ellos. ¿Por qué no?, estoy seguro que os gusta que los demás os brinden con el regalo de compartir con vosotros su tiempo. Vuestros pequeños anhelan que sus padres, abuelos, tios, etc. le presten generosamente un poco de su tiempo para jugar con ellos. Por último, creo que  no debemos imponerles que juegen con aquello que a nosotros nos gusta. No proyectar en ellos nuestros gustos, a la fuerza. ¿Pensáis que un niño no sabe bien qué le gusta a sus padres?, pensar en vuestros padres, seguro que sabéis que les gusta hacer en su tiempo libre. ¿Vosotros hacéis lo mismo que ellos?, ¿pensad en qué hacéis, porque ellos lo hacían, y os hace disfrutar a vosotros? Ahí tenéis las claves de lo que estamos hablando.

Para concluir, me gustaría tratar un aspecto de la enseñanza que reciben los pequeños que produce mucha frustración en las familias. Me refiero a la "profesionalización" del juego. Algunos padres quieren que sus hijos forzosamente practiquen un deporte. Además, que sean los más competitivos y exitosos posible. El juego es diversión y ejercicio. Intelectual e imaginativo, además de físico en muchas ocasiones. Libera nuestra mente de otras cuestiones que nos hacen estar disgustados, preocupados o desconectados. En ningún caso, el juego, es ser mejor que los demás. Si fuera así, los niños no estarían jugando un día tras otro con sus amigos. Se frustrarían, en el caso de no ganar nunca o de ganar siempre. El juego, en sí mismo, es aprendizaje. El deporte, competitivo. Puedes jugar con un bolígrafo mientras lees este artículo, o puedes jugar con un amigo que hablas por teléfono haciendo juegos de palabras, etc. 



Lo competitivo es el deporte. Que, por supuesto, lleva en sí el juego, pero ha adquirido una forma más compleja. Como nos gusta decir en psicología; es un constructo. Construimos, de forma compleja, unas reglas del juego y de competición idóneas, para conseguir un resultado productivo. 

Soy un apasionado del deporte, competir en el deporte es algo muy gratificante para mí. Pero no he experimentado lo mismo en otras facetas de mi vida. Por ejemplo, no creo que sea saludable competir con un familiar, amigo o compañero de trabajo para ser "el campeón" en algo, que no sea un juego o un deporte, evidentemente. Y si lo llevamos a otros terrenos -que no es el objeto que nos ocupa-, podríamos observar qué consecuencias puede acarrear la competición armamentística entre países con armamento nuclear. ¿Puede haber un verdadero campeón en esta competición?

Ser un campeón, o ser un perdedor, llegan a ser valores indiscutibles en sociedades con un desarrollo social y mental adolescente. Lejos queda aquella idea griega de que el deporte es la manifestación alegre de la autonomía humana frente al lejano dominio de los dioses. Jugar para un griego, y competir, suponía la resistencia de los humanos, frente al poder descomunal de sus dioses.

Os recomiendo un libro llamado Fútbol. A sol y sombra, de Eduardo Galeano. Os rescato unos fragmentos de su capítulo El pecado de perder:

"El fútbol eleva a sus divinidades y las expone a la venganza de los creyentes. Con la pelota en el pie y los colores patrios en el pecho, el jugador que encarna a la nación marcha a conquistar glorias en lejanos campos de batalla. Al regreso, el guerrero vencido es un ángel caído.

[...]Somos porque ganamos. Si perdemos, dejamos de ser. La camiseta de la selección nacional se ha convertido en el más indudable símbolo de identidad colectiva, y no sólo en los países pobres o pequeños que dependen del fútbol para figurar en el mapa. Cuando Inglaterra quedó eliminada en los preliminares del Mundial del 94, el Daly Mirror, de Londres, tituló en primera página, en cuerpo catástrofe: EL FIN DEL MUNDO.

[...] En el fútbol, como en todo lo demás, está prohibido perder. [...] el fracaso es el único pecado que no tiene redención. 

[...] Como deporte, el fútbol no está condenado a generar violencia, aunque a veces la violencia lo use como válvula de desahogo."
"
En nuestras manos está el evitar que nuestros pequeños se crean estas ideas impuestas, en la actualidad, y que parecen verdades absolutas. En este mundo que castiga el fracaso, dejemos que nuestros pequeños jueguen.

Un saludo.



Notas: 

1) Cuando decimos niño, en termino genérico, nos referimos a las niñas también, por supuesto. 
2) Los niños aprenden conductas mediante la observación/imitación, pero también inhiben conductas, después de haberlas observado en otros. Esto quiere decir, que han aprendido una conducta, pero no la han puesto en práctica en sus vidas. Esto no supone que no la vayan a poner en marcha en un futuro, incluso que no busquen esas mismas conductas de forma indirecta, por ejemplo, manipulando a otros para que la hagan por él.

Bibliografía de Referencia.
      
    Bandura, A., (1977). Social learning theory. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.
    Berger, K. S., (2007). Psicología del desarrollo. Infancia y Adolescencia. Editorial Panamericana. Madrid.
    Galenao, E., (2005). Fútbol. A sol y sombra. 3ª Edición. Siglo XXI. Madrid.

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